martes, 4 de marzo de 2014

Tánatos


Dicen que a todo te acostumbras menos a la muerte. No estoy de acuerdo. La primera vez que morí, me desquiciaba la urgencia de la sangre por llevarse mi vida, y yo a detenerla. Las otras veces ya no fue lo mismo. Quizá porque la vida se desapega de uno y uno de ella. Por eso, mientras el doctor me advierte que si no sigo sus indicaciones al pie de la letra me llevará la chingada en menos de lo que un gallo canta, lo obsequio con mechones de mi pelo y se me salen las lágrimas de risa.

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