Despertó sobresaltada. En su sueño iba desnuda por la calle seguida por una turba de chicos, colibríes e insectos. “¡Qué absurdo!”, se dijo al sopesar lo inverosímil de la historia, y se metió a la ducha. Mientras el agua fría arrastraba los últimos remanentes de sopor, Diana vio con asombro cómo, al contacto de las manos jabonosas, los minúsculos botones de sus senos comenzaban a abrirse.
Esa mañana camino de la escuela, la joven exhibía orgullosa sus fragantes alcatraces.
Imagen de Diego Rivera: Desnudo con alcatraces.